Ayuda

Creo que cuando uno es altruista y tiene antecedentes de no serlo, es cuando las cosas van mal, ya que no te creen, pero también pueden ir mal si en todo momento eres así. Uno se encariña con las personas a las que ayudas y al final no puedes desligarte de ellas. Eso fue lo que le sucedió a un chico cuando trató de ayudar a alguien, pero que no terminó como él hubiera querido.
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-¿Estás segura? -preguntó Santiago cuando su amiga le pidió ayuda. Era una ayuda que venía pensando pero que jamás creyó que le pediría. Desde hace algunos días creía que fuera posible que sucediera, pero no con él, era casi una utopía creer que sería el indicado, pero ahora podría creerlo. Estaba sucediendo.
-Es en serio. Necesito que tú seas mi pareja.
-Pero… no crees… ¿crees que de verdad se la crea? Ya antes me ha visto contigo y sabe que sólo somos amigos, así que yo no creo que funcione.
-Sí, tal vez, pero no puedo pedírselo a alguien más. Ayúdame tú, por favor.
Santiago se quedó pensando. Sería una gran oportunidad ahora que siempre había soñado con eso. Sería una gran oportunidad si pudiera llevarla de la mano, si pudiera fingir que eran novios.
-Está bien, pero hay que planearlo bien.
No han pasado más de 3 meses desde que Isabel era novia de Gabriel, pero no lo hacía porque ella estuviera enamorada de él, era por el simple hecho de sentirse “culpable”, por darle alas durante un cierto tiempo y ahora ella pagaba esos momentos. A Isabel sólo le había gustado unos días pero se había dado cuenta del error que había cometido y quería terminar con él pero no podía.
Esperó unos días y no podía. Espero más días y aún no se sentía segura de poder terminar con él. Hasta que terminó el curso de idiomas y le dijo que no lo quería volver a ver. Por supuesto, Gabriel entristeció, pero lo aceptó de buena gana. Aún cuando eso implicaba dejarla en paz, no ocurrió eso.
Sólo pasaron unos cuantos días y Gabriel encontró la manera de volver a hablarle. Iba a su casa y platicaba con la madre de Isabel, también planeaba sorpresas que le daba con ayuda de ella, en la escuela lograba dejarle detalles en su salón aún cuando era peligroso que lo vieran. Isabel ya estaba harta pero no podía hacer nada porque jamás lo había visto. No tenía pruebas sólidas de que hubiera sido él, aunque lo sabía.
Y tenía miedo, literalmente era miedo, de la incertidumbre de lo siguiente que haría pues el cumpleaños de Isabel se acercaba y algunas fuentes afirmaban que planeaba llevarle serenata hasta su casa. Por eso decidió realizar aquel plan, con ayuda de su amigo Santiago.
Era viernes y Santiago había llegado a la escuela. Isabel se encontraba sentada platicando con sus amigas y él se acercó. Planearon como sería el plan, lo repasaron y volvieron a su lugar.
En la tarde, cuando todos salían de sus salones, comenzaron con el plan. Saldrían del salón tomados de la mano, caminarían hasta el transporte, llegarían a la casa de Isabel y ahí se despedirían. Se supondría que Gabriel los vería cuando fueran al transporte y se daría cuenta que ella ya lo había olvidado y que nada tendría qué hacer. Pero todo salió mal.
En vez de que entendiera que ya no quería saber nada de él, Gabriel creyó que eso que hacía era para darle celos, para “probarlo”, para saber si de verdad podía “contar” con él. Y así como los vio se acercó y le reclamó:
-¿Qué haces con él? -Se dirigió a Isabel-. Suelta su mano -ahora dirigiéndose a Santiago.
-¿Qué te pasa? -Preguntó Isabel enojada y con un poco de miedo-. ¿Por qué no entiendes que no quiero estar contigo?
-No es eso, sólo estás confundida y tratas de hacerme sentir celos con él, ¿verdad? No te preocupes, ya pasará lo peor y estaremos juntos para siempre.
Gabriel dijo las últimas palabras esbozando una sonrisa mientras los dos se soltaban de la mano, y Santiago lo vio. No sabía si tomar a Isabel de la mano otra vez o dejarla con Gabriel para que hablaran o… Sólo se sentía estúpido.
-No, estás enfermo, deja de molestarme y deja de…
No pudo terminar la frase porque Gabriel se había acercado a Santiago y le había propinado un golpe. Santiago cayó el piso y no se pudo levantar en un buen rato. Isabel tuvo aún más miedo y echó a correr. Gabriel no la persiguió en el mismo momento, se quedó parado unos minutos y empezó a patear a Santiago cuando permanecía en el piso. Cuando se cansó de golpearlo comenzó a caminar hacia la casa de Isabel. Ella no había corrido para allá, había ido a la casa de una de sus amigas así que, cuando Gabriel llegó a la casa, no la encontró. Pero encontró a su madre. Trató de convencerla para que, cuando Isabel llegara, la castigara pues le había dicho que le había dado una cachetada, y como no se veía convencida la mató.
Gabriel se quedó dormido en el sofá de la sala hasta el siguiente día.
Cuando era tarde Isabel había vuelto a la casa y gritó el nombre de su madre pero nadie contestaba. Desde que se encontró en la puerta sintió un viento gélido en su espalda. Entró a la sala y vio que las cosas estaban desordenadas. Sintió una presencia detrás de ella y cuando quiso voltear, todo se volvió negro.

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