De Lejos

Siempre hay alguien que sabe o que ha pasado por una situación así: un hombre o mujer tiene una pareja que, en algún momento, se aleja y en ese instante no sólo hay un distanciamiento de corte físico sino también de manera emocional. ¿Qué hacer cuando algo así ocurre?
§
Sandra era una chava muy alegre. Siempre se encontraba feliz y nunca dejaba que las palabras dichas por los demás le afectaran en lo más mínimo. Normalmente estaba con sus amigas pero la mayor parte del tiempo estaba con su novio. Con Ismael.
Todo iba bien, todo iba a la perfección, nada parecía salido de su sitio y no había momentos (más de los necesarios) de discusiones. Quizá eso fue lo que hizo que Sandra se decidiera a aceptar ir con un amigo de viaje.
-Pero, estaremos lejos una semana -dijo Ismael.
-Sí, lo sé. Pasará rápido. Además necesitamos hacer algo diferente, ¿no crees?
-¿Estás diciendo que soy aburrido?
-No, sólo digo que siempre hacemos lo mismo, y me gusta, pero también debemos hacer algo diferente, divertirnos, salir más lejos de lo normal, arriesgarnos.
-Es cierto, pero, claro que hacemos cosas divertidas, o ¿no recuerdas aquella vez en que corrimos hasta cansarnos y nos metimos a la fuente?
-Sí, pero…
-O, ¿tampoco recuerdos aquella vez que fuimos a la cima del cerro y gritamos nuestra posición favorita cuando hacemos el amor? Ese día te vi muy sonriente.
-Sí, lo estaba. Por eso te digo que no es porque lo que hacemos sea aburrido, es sólo que quiero ir a otros lugares.
-Podemos hacerlo juntos.
-Sí, y lo haremos cuando vuelva, ya no puedo cancelar esto.
-Está bien. -Dijo resignado. Al menos se propondría planear la mejor semana para ella, cuando volviera, para mostrarle que podía ser divertido y romántico a la vez.
Se despidieron. Cada uno le regaló algo al otro como muestra de que se extrañarían. Él le dio un collar en donde se encontraban las iniciales de los dos: S e I. Ella le dio un libro.
-¿Las Tres Verdades? No lo había escuchado.
-Es de esos libros que muy pocos conocen pero que son excelentes.
-Lo leeré ésta semana para que cuando vuelvas lo discutamos. -Sonrió y la abrazó-. Te voy a extrañar.
-Sabes que yo también.
Un amigo de Sandra llegó y de lejos la llamó.
-Es Christian. Me tengo que ir.
-Cuídate. Te amo.
-Y yo te amo más.
Sandra dio media vuelta y llegó con su amigo. Lo saludó con un beso en la mejilla, le dijo que estaba lista y siguieron su camino mientras Ismael los veía alejándose.
Ismael, en cuento llegó a su casa, abrió el libro y pasó a la primera página. La portada, nada interesante, salvo por el título, no lo convenció. ¿Por qué darle un libro que se llama “Las Tres Verdades”? Quizá sólo le haya gustado tanto que quiso que él también lo leyera. De cualquier manera lo haría, hasta si no le gustara a ella. Siempre leía todo lo que ella leía, para tratar de saber cómo es que ella pensaba. Trataba de entenderla.
La segunda página eran los datos del libro: registro, ISBN, fechas… nada importante. La autora no se le hacía conocida, una tal Mel Greyson. Después de buscar en Internet y no encontrar referencias prosiguió con la lectura. Al parecer el libro se dividía en tres sub-libros, cada uno con una verdad. el primero era La Verdad Innata, en donde explicaba que todos lo humanos tenemos esa conciencia de ser humanos y que cada uno tiene la capacidad de llegar a ser quien queremos ser, que tenemos ese potencial de manera innata pero que cada uno lo desarrolla de manera diferente, o no lo desarrolla. La Verdad Aprendida en donde se plantea que, a través de las vivencias, uno va aprendido lo que se cree como verdadero y lo que uno puede usar para su beneficio, y también para su destrucción. Y eso da pauta para llegar a la tercera verdad: La Verdad Catártica, en donde nos planeta que, como en todo lo demás, jamás existe sólo un dualismo sino triadas, una mezcla entre las dos creencias que hay. En esta verdad se enlazan las dos verdades anteriores y dan lugar a situaciones en que hay eventos que sabemos ciertos e innatos pero que se perfeccionan a través de la experiencia y/o viceversa. Y a modo de epílogo nos da una verdad que nadie esperaría: La Verdad de la Muerte, en donde, con escasas 300 palabras nos explica porqué la humanidad le tiene miedo a la muerte pero también que es un evento que jamás se detendrá.
Ismael seguía preguntándose el porqué del regalo. No sabía si se lo había dado porque quería que aprendiera, porque quería que la entendiera a ella mejor, o porque creía que él no entendía conceptos como esos. O… No dejaba de pensar en el porqué. Pero seguía leyendo.
Trato de comunicarse con ella por teléfono pero su celular estaba fuera de servicio. Durante un par de días no hubo contacto con ella.
No quedó de otra que seguir leyendo, ya iba a la mitad del libro.
Para el tercer día volvió a tratar de llamarla pero no contestaba. El celular le decía que “el área de cobertura estaba fuera de servicio”. ¿Dónde estará?, pensó, y se dio cuenta por primera vez que ella no le había dicho a dónde iba, o él no lo había preguntado.
Para el quinto día le llegó una carta. Era de Sandra. Decía:
“Hace mucho que no hablamos. No me culpes por no tener señal en el celular, no hay en todo el lugar en donde estamos. Y no sé si también te diste cuenta pero no te dije a dónde iría, pero creo que fue mejor así.”
Paró de leer y se dio cuenta que no había comenzado con un “Te Extraño” o con un “Te Amo” o con un “Ya quiero volver a verte”, eso era algo inquietante. Aún así continuó leyendo.
“Me temo que los dos estamos lejos y así vamos a seguir. No quiero que me odies por hacerlo de esta manera pero no tuve elección. Después de estar lejos de ti estos días me di cuenta que no es que fuera aburrido estar contigo, es sólo que yo no quería continuar así, yo soy la que necesito estar en constante emoción. Supongo que eso fue lo que me hizo aceptar la invitación de acompañar a Diego. Al final nos hemos hecho novios, y creo que sabes lo que eso significa para ti y para mí. Ya no habrá un nosotros. Fueron días lindos pero no son para mí. No son para una vida que yo quisiera. Por cierto, el libro te lo regalé para que dedujeras esto por ti mismo pero creo que no lo hiciste (o espero que sí lo hayas hecho para que esto no sea tan impactante). En fin, te deseo lo mejor y que encuentres a alguien que se acomode a tus actividades.”
Terminó la lectura de la carta y no supo qué hacer así que siguió leyendo el libro.
Al terminarlo una lágrima rodó por su mejilla pero nunca sabremos si fue por la última verdad o por lo redactado en la carta.

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