Venganza

Algunas veces somos demasiado amables y terminamos pagando por ello. ¿Qué es lo que sucede cuando alguien más se aprovecha de ello? ¿Somos los culpables por ser inocentes o por la inocencia que creemos tener? Las acciones buenas siempre son aceptadas, pero algunos se aprovechan de ello.
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-Sí, señor, entiendo lo que me ha dicho, pero no puedo dejar de decir groserías con todo lo que ha pasado, y menos si lo que me hicieron fue tan malo, y menos si quien me lo hizo fue alguien cercano. Puede meterse sus leyes donde le quepan, pero yo seguiré narrando mi historia como yo quiera.
-Está bien, pero apéguese a lo que sucedió. Comience desde el principio una vez más.
-Ya se lo repetí muchas veces, estaba en mi casa y me enteré de lo que…
-No, desde antes, desde lo primero que involucra a todos. Respiré y cuéntenos.
Ella respiró profundamente y comenzó con su narración, una vez más, hacia el policía municipal. Era la tercera vez que se lo contaba a él y la quita que lo contaba en los últimos dos días.
Rosario era una mujer de 40 y tantos años que vivía en un apartamento bien amueblado en la Ciudad de México. Había llegado hacía unos meses para terminar de tramitar algunos papeles en un hospital, ya que su madre necesitaba una operación costosa y, al ser oriunda de Guanajuato, era difícil que un doctor de aquel estado lograra realizar una operación sin consecuencias.
Había llegado sola, aunque unos días después arribaron su esposo y su hija, quienes pidieron días en sus respectivos trabajos para poder acompañarla. No había sido un trabajo difícil. Durante un par de días estuvo de un lado a otro llevando papeles y tramitando otros más pues no tenía ningún papel de seguridad social ni de salud.
El resultado fue exitoso y terminó asegurándole a su madre que la operación sería en unos días. Y así fue. Tres días después de que su madre llegara a la ciudad, fue operada. Ahora la espera sería para saber si habría alguna consecuencia o si ya podría irse. Era esperar.
Rosario se quedó con su familia en su departamento otra semana más y decidió que era un buen lugar para comenzar una nueva etapa, y fue por ello que se quedó instalada ahí a vivir permanentemente.
-Por eso me quedé aquí –dijo Rosario, mientras otro oficial llegaba a la sala de interrogatorios y se sentaba enfrente de ella, un poco a la derecha-. Tenía que esperar el resultado del doctor. El espacio estaba muy bien y a mi esposo y a mi hija les gustó, así que dijimos «¿por qué no?», y decidimos quedarnos. Al menos durante un tiempo, hasta saber las noticias de mi madre.
-¿Y qué ocurrió después?
-Duramos unos días ahí hasta que nos llamaron del hospital. Nos dijeron que mi madre ya había salido del peligro de una posible infección y que la darían de alta un día después. Nos preparamos para irnos, pero algo sucedió y preferimos quedarnos. Cuando salió mi madre del hospital, sólo yo la acompañé a la terminal de autobuses y le dije que se cuidara, que en unos días iríamos a visitarla. Ella me preguntó que por qué no regresamos con ella, y le dije que intentaríamos vivir unos días aquí. Ella me sonrió y se dio por satisfecha. Siempre era así, no necesitaba mayor explicación.
-Entonces, ¿la dejó irse sola? ¿Quién más vivía en la casa de Guanajuato?
-Sólo éramos nosotros cuatro. Mi madre, mi esposo, mi hija y yo. La casa es de tres pisos, así que todos teníamos cuarto, claro, mi marido y yo estábamos en uno. La comencé a pagar desde que tenía 27 años. La vi en un anuncio y me arriesgué. Poco más de 15 años pagando mes tras mes para que esa hija…
-Está bien, señora, tranquilícese. Volvamos al relato. Se había quedado con u familia y había dejado a su madre irse.
La madre de Rosario había llegado a Guanajuato y también le había llamado por teléfono a su hija diciéndolo que todo estaba bien. Así pasó durante 2 semanas: su madre o Rosario llamaba a la otra para saber cómo iban. Y todo iba bien. Hasta que un nuevo accidente ocurrió una semana después.
-¿Señora Rosario Martínez?
-Sí, ella habla.
-Hablamos de la Clínica José Domínguez, en Guanajuato. Al parecer su madre ha tenido un accidente. No ha sido grave, ya se encuentra fuera de peligro, pero creo que sería bueno que estuviera aquí.
-¿Un accidente? ¿Cómo?
-Será mejor que se lo diga en persona.
-Claro, estaré ahí a primera hora de la mañana.
Rosario llegó a la clínica y entró rápidamente a la habitación de su madre. La vio acostada y conectada a un respirador artificial.
-No se preocupe, es sólo es por precaución, en realidad no lo necesita.
-Dígame, doctor, ¿qué fue lo que pasó?
-Encontraron a su madre en un auto negro, iba como pasajera. En un cruce, al parecer, el conductor perdió el control, ya que ha llovido estos últimos días y quizá la carretera estaba en mal estado, y al girar el volante se estrelló con otro vehículo. El conductor no sufrió nada grave, pero su madre tuvo algunas contusiones en la cabeza, pero despreocúpese, tampoco fue nada grave.
-Pero, ¿qué hacía mi madre en un auto?
-Eso es por lo que le pedí que viniera. –El doctor tragó un poco de saliva para mejorar su voz y hablar con un poco de tacto-. También encontraron un portafolios con miles de pesos y un contrato firmado. El contrato era la compra de su casa.
Rosario no pudo evitar hacer una mueca de sorpresa. El doctor la vio y ahogó una pequeña sonrisa. Todo era muy extraño y más lo era enterarse que su madre había vendido su casa, aquella casa que se tardó más de 15 años en comprarla.
Los policías que rodeaban a Rosario en la sala también hicieron un gesto de sorpresa. Ella no evitó una sonrisa, aunque no duró mucho. Volvió a ponerse seria y continuó hablando.
-Hablaron con unos vecinos y confirmaron lo que ya se había pensado. Algunas veces llegaba el abogado del pueblo y permanecía varias horas. En algunas ocasiones aparecía otro hombre y parecía como si mi madre le diera una guía por la casa. Bueno, ahora sé que sí. Se confirmó todo cuando hablaron con aquel señor y aseguró que había firmado aquellos papeles.
-Por supuesto que debió de sentirse traicionada, pero eso no le daba el derecho a hacer lo que hizo.
-Verá, las cosas que un hace no son sólo actos que se deciden en un día o dos. Todas las acciones que hacemos no nos involucran sólo a nosotros. Vivimos en un mundo o en un universo en donde todo, absolutamente todo, está conectado. Si yo hago algo aquí, de alguna manera su consecuencia terminará en China y afectará a un ciudadano de ahí. Lo que hizo mi madre no tuvo consecuencias para ella, también para mí. ¡Si había alguien a quien le perteneciera esa casa era a mí! –Gritó Rosario, tanto que hizo mover a algunos policías que se encontraban frente a ella-. Así que, ahora era mi turno de hacer algo, era mi deber solucionarlo. Lo último que hice ya lo saben, ¿porqué repetirlo?
-Es una historia realmente extraña, pero la ley no deja de ser ley en aquellas situaciones. Señora Rosario Martínez, está arrestada por la muerte de la señora Frida Martínez. Tiene derecho a un abogado, si no tiene los recursos para pagarlo el estado le brindará uno. Tiene derecho a una llamada… –Mientras un oficial repetía el mantra que tantas veces había dicho, los demás lo veían con cara triste. Algunos pensaban en dejar vivir a los demás, otros en lo contrario. Otros terminaron apoyando a la mujer e hicieron una colecta para pagar la fianza.

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